Christopher Nolan es uno de los pocos directores contemporáneos que se
atreven a realizar blockbusters que mezclan el espectáculo con la inteligencia,
lo emocional con lo racional. Él no se contenta solamente con contarnos una
buena historia, también nos quiere hacer pensar y sentir y hacer que salgamos
del cine y nos pasemos discutiendo su película por horas. Incluso sus obras
menos logradas, como El gran truco o El Caballero de la Noche Asciende, son más inteligentes y mejor desarrolladas que el
blockbuster promedio. Nolan podría considerarse como una suerte de anti-Michael
Bay, lo cual es de agradecer.
La película se desarrolla en un
futuro no especificado. El mundo está sobrepoblado, y una plaga está
destruyendo las cosechas de miles de granjas y creando enormes tormentas de
arena. Además, el nivel de nitrógeno en la atmósfera está subiendo, por lo que la
humanidad tiene sus días contados. Nuestro protagonista es un ex ingeniero y
piloto de la NASA llamado Cooper (Matthew
McConaughey), quien vive ahora en una granja junto con su hijo Tom, su
hija Murphy (Mackenzie Foy) y su suegro Donald (John Lithgow). Después de una
serie de eventos casi-paranormales que involucran una anomalía gravitacional,
tanto Cooper como Murphy terminan encontrando una base secreta de la NASA,
liderada por el Profesor Brand (Michael Caine) y su hija Amelia (Anne Hathaway). ¿Qué es lo que
están tratando de hacer? Pues salvar al mundo. Para esto tienen dos planes: el
primero consiste en crear una nave masiva que pueda llevar a la humanidad a un
planeta habitable, y el segundo involucra colonizar dicho planeta con embriones
congelados… lo cual significaría abandonar a las personas que quedan en la
Tierra.
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